“Porque hay cosas que simplemente no se pueden reparar” fue la última frase que escuché antes de retirarme de la funeraria. Me indigné y me retire de ese refugio de paz, pero no sería el ambiente en donde tomaría la decisión que me definiría como persona de aquí en adelante. Decidí caminar a casa, aunque ya estaba demasiado lejos como para cualquier persona juiciosa, pero eso no tenía relevancia para mi, así que preferí por seguir derecho por la avenida central del pueblo hasta llegar a algún terminal de buses acompañado solamente del sonido de mis pasos, como si ese sonido fuese el metrónomo de mi futuro próximo y el ritmo de mis pensamientos actuales. El camino al frente mío se difumino con mi caminar y lo que en un principio era una ruta a casa se convirtió lentamente en una ruta en búsqueda de respuestas, por lo que comencé a pensar en mis compañeros de caminata y cómo cada uno de ellos ya no estaba conmigo, fuese por decisión propia o por decisión del destino y como siempre tardíamente me daba cuenta de su ausencia, por lo que mi única pregunta que albergaba mi cabeza era ¿por qué ahora ellos caminan sin mí, si yo fui quien les enseñó a caminar?, pero de algún modo un pedazo de mi inconsciente me respondía ¿acaso ellos no te enseñaron nada o tú no quisiste aprender de ellos?, fue ahí donde donde el silencio de la calle inundó mis oídos y mis ideas. (más…)
