Hoy a diferencia de otros días no hubo ninguna emergencia que atender, algo demasiado extraño para mi ya que esto no pasaba desde mis primeros días como paramédico, en cierta forma esta tranquilidad fortuita fue una señal de que esta jornada sería una de las más agrias que he vivido en este último rato, sería un día en donde el único paciente que me tocará atender sería yo mismo. Me puse al día con todo el papeleo de rutina que había dejado en algún momento pendiente, re-programe las maquinas de la ambulancia, ordene los utensilios de primeros auxilios e incluso hice mantención mecánica a la ambulancia misma, todo esto no solo para ordenar mi área de trabajo, sino que también para ordenar mi propia mente. ¿Porqué debería yo ordenar mi mente? y ¿para que debería ordenar mi mente? eran las dos preguntas que acompañaban mi turno que irónicamente consto en ordenar todas las cosas pendientes que tenía tanto en mi entorno como en mi trabajo.
Ha pasado ya casi un año desde que trabajo en este nuevo hospital, un hospital con mística propia y por sobre todo un lugar muy duro para trabajar. Muchos de los que entran a trabajar a este hospital renuncian en los primeros meses, este no es un lugar para paramédicos débiles y me siento tranquilo y orgulloso a la vez de que he soportado y superado muchas de las pruebas que me ha dado sin cuartel esta institución, muchas de ellas acompañadas de mucha soledad y de hacer tripas corazón, pero sin yo quererlo cada uno de los casos que he atendido hasta a ahora me han hecho un hombre más fuerte, más eficiente, más pragmático, más decidido y aunque suene redundante un hombre más hombre. Puedo decir con autoridad moral que ya soy un perro grande en este patio en el cual estoy de pasada, ya no hay duda de lo grande y fuerte de lo que soy ahora y de lo que puedo ser en el futuro si sigo esta senda que yo mismo me he trazado, mi enfoque mental es mucho más poderoso y maduro a como lo era en un pasado no muy lejano y es este mismo enfoque el que me ha vuelto intolerante a muchas situaciones que antes en mi ingenuidad veía como normales.
En ese instante de reflexión llega mi compañero de ambulancia y me pregunta “¿que es lo que te tiene asqueado?, tu cara de disgusto ya no pasa inadvertida”, a lo que respondí de forma sincera y detallada a su interrogante como si estuviera reportando una bitácora de viaje. “Si tu pregunta es con respecto al trabajo, mi labor como paramédico es de lo que estoy más agradecido, porque es este oficio el que me ha hecho un perro grande y fuerte y de hecho, el que tú y yo fuésemos creciendo a la par es algo impagable, por supuesto no somos perros iguales, pero somos equivalentes”, a lo que mi colega sonríe y me responde entre risas “entonces mi pregunta sigue en pie, ¿que es lo que te tiene asqueado?” y es en ese momento cuando realmente comprendo su pregunta y le respondo: “Sabes lo que realmente me tiene asqueado es que al ver casos y casos en esta ambulancia al parecer es un pecado ser un perro fuerte y autónomo, el simplemente ver como se repiten patrones de dependencias enfermizas y que la gente se acostumbre a ellas ya simplemente no las tolero, las considero ridículas a tal punto que he comenzado a despreciar a la gente que esta en esas situaciones, para mi ya solo son perros débiles y estúpidos”.
Eso solo fue una arista que le comente a mi colega a lo que me contesta algo que nunca espere, “eso es algo que siempre hemos visto desde el día uno, somos paramédicos, curamos gente en situaciones horribles y extremas tanto físicas como mentales y en cierta forma hemos aprendido de cada uno de esos casos patéticos y nos hemos vuelto más fuertes gracias ellos, irónicamente a toda esa gente patética que salvamos en algún minuto le debemos en parte la musculatura física, mental y espiritual que tenemos ahora”. Luego de esa respuesta mi colega se levanta de forma abrupta y toma un respiro largo y mira hacia al suelo diciéndome “te hice una pregunta muy clara, ¿que es lo que te tiene asqueado? y solo me has respondido situaciones con las que sabíamos que lidiaríamos al volvernos paramédicos y que en cierta forma nunca nos han asqueado, es otra cosa lo que te tiene harto y que no quieres admitir”.
Simplemente escuche a mi compañero y junte todas mis ideas en una parte de mi cabeza para que no se me escaparan de mi conciencia y comencé a expresar lo que realmente me molestaba y dije “sabes yo pensaba que lo que molestaba era la gente débil, pero en realidad lo que me tiene asqueado es la gente que no quiere ser fuerte, gente que prefiere ser un lastre atencional que solo quiere cuidados y no quiere aprender nada más allá de la autocompasión, me asquea también la gente que gasta su atención en esos bultos humanos y no en la gente que si merece esa atención como cercanos que si están esforzándose por ser fuertes, también me asquea la gente que menosprecia el trabajo logrado a mano propia por el perro fuerte y lo cambia por un par de luces brillantes de perros débiles, pero hay algo que me tiene asqueado a más no poder, es la gente que no asume sus sentimientos frente a otras personas o frente a sí mismas y que prefieren esconderse en excusas cobardes en vez de hacer algo al respecto, en resumen gente que se mal acostumbró a que los fuertes hicieran todo el trabajo sucio sin intención de acompañar a tales perros grandes a ninguna parte y simplemente mantenerse en zonas de confort mediocres sin intenciones de crecer, en palabras simples, que el perro fuerte trabaje sin corresponderle nada de vuelta”.
Fue así como terminó la catarsis no planificada, mi colega escuchó sin interrumpir y me dice “¿ y que crees…que esto no pasa en otros lados?, ¿que toda esta mierda vivida es solo cosa de paramédicos?, ¿que esto pasa por vivir en el lugar equivocado?. Para mi la respuesta es bien simple y creo que tú también la sabes y compartes, ambos sabemos que el lugar equivocado no existe porque mientra exista gente viviendo, existirán vivos que no viven y muchos derivados patéticos, pero de algo estoy claro y es la razón por la cual nos hemos hecho perros gigantes acá y es porque decidimos no huir y enfrentar todo lo que viniera, decidimos quedarnos en esta ambulancia no muy elegante y aprender de ella y volvernos maestros en la ruta en la ruta difícil y pesada y por sobre todas las cosas, decidimos asumir nuestros sentimientos frente a las otras personas y frente a la vida que tenemos en manos. No existe lugar equivocado, solo existe gente que decide huir y no crecer, el lugar no hace a la gente, la gente hace el lugar y mientras nosotros nos volvamos mas fuertes esta será la mejor ambulancia en la que podamos estar, cuando dejemos de crecer ahí preocupémonos de movernos, pero aun así las cosas no serán distintas por la ambulancia que manejemos, sino que serán distintas por como la manejamos”.
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